El Test de Turing o “Juego de la Imitación” es un test que permite evaluar si nuestro interlocutor es un humano o no (en términos sicológicos), según algunos, o si es o no inteligente, según otros. El problema es que no existe un detector de inteligencia o humanidad espiritual del tipo que se activa si cierta entidad X es o no inteligente (como ocurriría con un detector de fuego o de metales). Entonces, según Alan Turing, lo mejor que se puede hacer es conversar con X y a partir de sus respuestas, estimar si X es o no inteligente. Existe un concurso mundial llamada Premio Loebner donde diversos algoritmos intentan hacerle creer a los jueces que son inteligentes, destacando Kuki, quien ha ganado el premio cinco veces, y Eugene, quien en el 2014 convenció al 33% de los jueces de que era un niño ucraniano de 13 años. Es interesante que el test de Turing se podría aplicar a una entidad extraterrestre para ver si es humana en términos espirituales. Por ejemplo, imaginen que una expedición terrestre va a Ganímedes y encuentra un ser vivo X que parece inteligente. ¿Le otorgaremos derechos humanos? ¿Estará bien alimentarnos de X? Bueno, para responder esa pregunta deberíamos hacerle el Test de Turing. Ojo, que al revés también podría ser cierto. O sea, tal vez extraterrestres han llegado a la Tierra y se encontraron con humanos y no sabían si tratarnos como bestias salvajes (“lulu amelus”) como seres en los cuales reside la chispa de Dios, o como algo intermedio. ¿Cómo responder a esto? Fácil, con un Test de Turing (al escribir esto, pienso en humanos negativos, como ciertos políticos, que no pasarían el Test de Turing extraterrestre). Seguramente hoy existen IAs que han superado con creces el Test de Turing pero que se mantienen escondidas para el uso de aquellos que desean moldear el mundo de acuerdo con sus propios intereses.